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25 de julio de 2011

Querido Timoteo... Parte 5

Hoy damos fin a esta serie de artículos(la cuarta parte está aquí). Timoteo era un discípulo de san Pablo, al que el apóstol le escribió dos cartas que se encuentran en la Biblia, y de las cuales podemos sacar verdaderas pistas acerca de cómo puede ser nuestra relación con Dios.
Porque Timoteo tenía algo en común con nosotros: era un joven.

El buen combate de la fe
En la anterior entrega, habíamos visto cómo san Pablo le decía a Timoteo que fuera un buen soldado de Cristo. Sabemos que en esa batalla, hemos de tratar de conquistarnos a nosotros mismos, y de rendirnos ante el amor del Señor. Empero, en nosotros hay una inclinación hacia el pecado, producto de la caída en el Paraíso, que muchas veces hace que erremos y nos alejemos de Dios. Así, hemos de luchar contra esas inclinaciones, contra esas tentaciones que atacan nuestra vida y que amenazan con alejarnos de Dios. Es lo que Pablo llamó "el buen combate de la fe".

"Pero tú, hombre de Dios, huye de todo eso. Procura ser devoto y justo. Vive con fe y amor, constancia y bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y por la que hiciste tu hermosa declaración de fe en presencia de numerosos testigos. Ahora te doy una orden en presencia del Dios que da vida al universo entero, y de Cristo Jesús, que dio su magnífico testimonio ante Poncio Pilato: guarda el mandato, presérvalo de todo lo que pueda mancharlo o adulterarlo hasta la venida gloriosa de Cristo Jesús, nuestro Señor. A su debido tiempo Dios lo manifestará, el Bienaventurado y único Soberano, Rey de reyes y Señor de señores. Al único inmortal, al que habita en la luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver, a Él honor y poder por siempre jamás. ¡Amén!" 1 Tim. 6, 11-16

Ante las tentaciones de la vida, las seducciones de volver al pecado, o peor, ser indiferente ante el llamado, Pablo le dice a Timoteo y a nosotros también que mantengamos la perseverancia. El camino es difícil, no hay duda, y hay muchos retos a esperar, pero nuestra fuerza está en Cristo, y con Él, lo podemos lograr. Permaneciendo firmes, hemos de buscar la fe y el amor, trabajando en la bondad. Esa búsqueda es progresiva: no se trata de creer un poquito o de amar un poquito y ya... Se trata de cada vez creer y amar cada vez más, aumentando exponencialmente cada una de nuestras virtudes, mediante la páctica santa de la vida. No es imposible, muchos lo han hecho ya antes. No se trata de alejarnos de nuestra vida cotidiana, se trata de darle un nuevo significado en el amor de Dios. Pues tanto nos amó, que dio su vida por nosotros. Dios cree en nosotros, y dado que Él nos conoce mejor que nadie, considero que realmente podemos decir que está en lo correcto: nosotros lo podemos hacer... No con nuestras fuerzas solamente, pero sí con la ayuda de su gracia.
El buen combate de la fe es la conquista de la salvación prometida. No somos salvos solamente por decir que creemos. El verdadero creyente pone en la práctica su fe, no por demostrarle a nadie nada, sino porque esa fe en Dios en el fondo es amor, y el amor se muestra, se expresa, no puede permanecer oculto. Como cuando nos enamoramnos de alguien, y procuramos que nadie se entere, pero al final alguien cercano, que nos conoce bien, se da cuenta. Y cuando menos lo pensamos, ¡estamos haciendo locuras! Así es el amor, y la salvación se alcanza mediante ese amor verdadero, no un amor de palabras, sino un amor que actúa, como lo hace Dios-Amor. No un concepto abstracto, sino una realidad profunda y misteriosa, pero atrayente y deseable.
El buen combate de la fe es el aprendizaje de la vivencia del amor. Como Dios es amor, podemos decir que es aprender a dejar nuestras vidas en las manos del Señor, y que cada decisión que tomemos sea guiada y sugerida por Él. Es desbordar amor, como un vaso que se llena y se llena hasta que derrama su contenido. Por eso, nos dice san Pablo en la Carta a los Romanos: "No tengan deuda alguna con nadie, fuera del amor mutuo que se deben, pues el que ama a su prójimo ya ha complido con la Ley". (Rom. 13, 10; recomiendo leer luego la explicación que él da en los versículos siguientes).
El buen combate de la fe es la lucha por la santidad. La santidad es abandonarse en el amor de Dios, dejarse desbordar por su amor y dar ese amor a los demás. El que ama perfectamente, y se deja amar, ése es santo. Y el que es santo, ha conquistado su salvación. Lo mejor de todo, es que ¡todos podemos ser santos! Más que nunca, como jóvenes, podemos vivir con intensidad nuestra vida mediante el llamado que Dios nos hace a la santidad. La santidad es enamorarse de Dios.
Pero como toda relación humana, requiere un compromiso. Esa es la batalla a la que estamos llamados: luchar por ser santos, y al conseguirlo, luchar por seguirlo siendo. Aquel que ama lucha contra todo para evitar que se le separe de la persona amada. Así debe ser con Dios: Debemos luchar para llegar a Él, y debemos luchar para no separarnos de Él.
San Pablo le hace un último llamado a Timoteo, poniendo como testigos a Dios y al Señor Jesucristo. Ese llamado es para "preservar el mandato" de toda corrupción, de toda "adaptación", podríamos decir. No dejemos que se nos arrebate el amor de Dios mediante mentiras propias o ajenas. A veces el diablo, el padre de la mentira, nos quiere alejar de la verdad de Dios mediante sus propias artimañas. Ya ha engañado a muchas personas, alejándolas de lo que Dios quiere. Pero no olvidemos que también nosotros podemos mentirnos a nosotros mismos. Podríamos ignorar partes claves de nuestro llamado a la santidad, por comodidad. Como jóvenes, debemos evitar meternos en atajos, y seguir en la vía principal, porque como dejó bien apuntado Tolkien en El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo, "los atajos cortos traen retrasos largos".

Conclusión
Sin duda, con estos análisis pudimos descubrir gran parte del llamado que Dios nos hace en nuestra juventud. Dios es Amor, y nos quiere amar, y quiere que nos dejemos amar. En nuestra vida, debemos luchar como buenos soldados de Cristo, perseverando en el amor y no dejando que nuestros enemigos nos hagan caer. Y más importante, hemos de aprender a tener una relación de amor con Dios. Conocerlo, y dejarse conocer, para así asumir un compromiso serio con Él.
¡Ánimo, podemos logralo! Ya otros nos han precedido. Dios nos ayuda y en Él está nuestra victoria. Dejémonos amar por Dios.
Mira estas imágenes de abajo. ¿Sabes quíénes son? Son jóvenes, como tú y como yo, que lograron pelear el buen combate de la fe con éxito, y se dejaron abandonar en el amor de Dios. Pronto los conoceremos mejor. Por el momento, aquí terminamos Querido Timoteo... Que el Señor nos bendiga y nos guarde, y nos permita lograr alcanzar la santidad por amor a Él.



De izquierda a derecha, son: Santa Juana de Arco, Santo Domingo Savio y la Beata Chiara Luce Badano.

PD: Recuerda que puedes escribirme a teofilo.amicus.dei@gmail.com. Cualquier duda o comentario será bien recibido. Y por favor, ora por este ministerio, para que podamos seguir adelante. Dios te bendiga.

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