Muchas veces no sabemos la huella que podemos dejar en los demás, hasta que encontramos pruebas palpables de ella. ¿Cuántas veces no nos damos por vencidos, diciendo que no podemos marcar la diferencia? Para muchos jóvenes, en sus escuelas, en sus colegios, esta es una realidad. Entrando en la adolescencia, uno se empieza a preguntar qué quiere hacer con su vida, qué puede darle al mundo que éste no tenga ya. Y a veces nos sentimos tan pequeños ante un mundo tan grande, que nos petrificamos creyendo que no haremos nada de valor.
Pero, sin embargo, vale más una vida corta y silenciosa de amor y de virtud, que una vida entera de hazañas pero con el corazón vacío. Santo Domingo Savio es el ejemplo de cómo sí podemos dar lo mejor de nosotros, marcar la vida de lo que nos rodea, y sobre todo, cómo sí tenemos un propósito viable en el amor de Dios.
Santo Domingo Savio... El santo adolescente.