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19 de julio de 2011

Querido Timoteo... Parte 3


San Timoteo

Hace poco habíamos comenzado esta serie de artículos(la segunda parte está aquí). Timoteo era un discípulo de san Pablo, al que el apóstol le escribió dos cartas que se encuentran en la Biblia, y de las cuales podemos sacar verdaderas pistas acerca de cómo puede ser nuestra relación con Dios.
Porque Timoteo tenía algo en común con nosotros: era un joven.

Ejemplo para el mundo
Hoy en día, parece que el mundo ha decidido olvidarse de Dios. Vemos cómo se le relativiza, se le minimiza, se le resta importancia. Para muchas personas, Dios es solo un recuerdo de dos o tres veces al año. Las personas creen que están mejor sin Él, que pueden construir sus vidas solas. Pero nada puede realizarse plenamente sin la acción de Dios.
Una vez que nosotros le conozcamos, y nos conozcamos a nosotros mismos, sin lugar a dudas llegaremos a un verdadero enamoramiento con Él. Y a pesar de que existan conflictos, como en toda relación humana, de nosotros dependerá si seguimos adelante en ello o no. Y una vez que le amemos hasta la locura, comenzaremos a hacer eso: locuras, ante los ojos del mundo, que las tratará de ahogar, y colocarlas en la línea de la "normalidad".


 "Huye de las pasiones desordenadas, propias de la juventud. Busca la rectitud, la fe, el amor y ten buenas relaciones con aquellos que invocan al Señor con corazón puro. Pero evita las cuestiones tontas e inútiles, pues sabes que originan peleas. Un servidor del Señor no debe ser peleador, sino comprensivo con todos, bueno para instruir, paciente en las incomprensiones. Reprenderá a los rebeldes con dulzura: quizá Dios les conceda que se conviertan y descubran la verdad, liberándose de los lazos del diablo que los tiene sometidos a su voluntad. Has de saber que en los últimos días vendrán momentos difíciles; los hombres serán egoístas, amantes del dinero, farsantes, orgullosos, chismosos, rebeldes con sus padres, ingratos, sin respeto a la religión; no tendrán cariño ni sabrán perdonar; serán calumniadores, desenfrenados, crueles, enemigos del bien, traidores, sinvergüenzas, llenos de orgullos, más amigos de los placeres que de Dios; mostrarán con orgullo apariencias de piedad, pero rechazarán sus exigencias. Evita a esa gente. Tú, en cambio, quédate con lo que has aprendido y de lo que estás seguro, sabiendo de quiénes lo recibiste. Además, desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras. Ellas te darán la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús." 2 Tim. 2, 22-26; 3, 1-5. 14-15

Nuestra meta entonces es no permitir que el mundo nos arruine nuestra relación con Dios. Antes bien, debemos buscar mostrarles la grandeza y la felicidad de nuestra relación, cuando nosotros buscamos amar cada vez más y dejarnos ser amados cada vez más. ¿Has tenido novio o novia? Si la respuesta es sí, seguramente concordarás conmigo en que, al inicio de la relación, estás deseando mostrarle al mundo cuánto se aman entre ustedes, cuán felices son, cuán bien se la pasan juntos. Así debe ser nuestra relación con Dios.
Ante las barbaridades del mundo, no nos escandalicemos: actuemos con amor. Quizá, mostrando nuestra relación con Dios, a ellos se les antoje, se les despierte el gusanillo, porque después de todo el alma humana grita por estar unida a su Creador.  Ante nuestra "locura", debemos ser "comprensivos con todos, buenos para instruir, pacientes en las incomprensiones". Imaginémonos un caso, partiendo del ejemplo anterior: imaginemos que tienes un amigo que, cuando le llegas a contar que tienes un noviazgo, se pone pesado y necio porque ha oído malas cosas de la relación de pareja, y no quiere tener novia en su vida. ¿Qué harías? No podemos cambiar su forma de parecer como se cambia un canal de televisión, pero a través de nuestra experiencia, de nuestros consejos, tal vez él se dé cuenta de su error, de lo bello que es amar. Debemos, pues, comprenderlo, sin juzgarlo, para ayudarlo; instruirlo con amor y en esa comprensión; y tener paciencia para todas las veces que, a pesar de nuestro entusiasmo, nos mande a freír espárragos. Así es con la relación con Dios: dígámosle al mundo cuánto le amamos, cuánto disfrutamos con Él, y si el mundo no nos entiende, al menos sembrémosle la curiosidad... Porque con Dios, si te arriesgar a probar, caes redondo en sus "trampas de amor".
Y como en toda relación humana, se necesita la perseverancia. Perseverar es mantenerse firme, es asumir un compromiso de seguir adelante. Pero ese compromiso se cumple paso a paso, mediante acciones concretas. Así, en nuestra relación con Dios, debemos procurar la rectitud(la buena conciencia), el amor(universal, hacia todos), y la fe(confianza en Dios, como confiamos en nuestra pareja). Nuestra relación crecerá también en la medida en que, como "pareja", nos relacionemos también con los demás y con nuestro propio entorno. Y lo más importante: no olvidarse de segurise conociendo, de seguirse "conquistando". De guardar en nuestro corazón lo que conocemos de Él, y darles nuevo sabor cada vez que los traigamos a nuestra mente. Quedarnos con lo que hemos aprendido, con nuestra Fe, la Fe de la Iglesia, que nos viene de Cristo Jesús.
Que el Señor nos bendiga a todos.
Continuará...

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