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24 de julio de 2011

El Evangelio de Hoy -- El tesoro, la perla y la red

"En aquel tiempo Jesús dijo: "El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo.
"Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: un comerciante que busca perlas finas. Si llega a sus manos una de gran valor, se va, vende cuanto tiene y la compra.
"Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: una red que se ha echado al mar y que recoge peces de todas las clases. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan, escogen los peces buenos, los echan en canastos y tiran los que no sirven. Así pasará al final de los tiempos: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los buenos y los arrojarán al horno ardiente. Allí será el llorar y el rechinar de dientes."
"Preguntó Jesús: "¿Han entendido ustedes todas estas cosas?". Ellos le respondieron: "Sí". Entonces Jesús dijo: "Está bien: cuando un maestro en religión ha sido instruido sobre el Reino de los Cielos, se parece a un padre de familia que siempre saca de lo que tiene guardado cosas nuevas y cosas viejas"." Mt. 13, 44-52

Encontrar el Reino, encontrar a Dios
Se nos presentan en este evangelio dos parábolas gemelas, podemos decir: la del tesoro y la de la perla. En ambas, se encuentra un bien, muy preciado, y se renuncia a todo para tenerlo. En el caso del tesoro, es algo inesperado, que causa gran sorpresa y alegría. En el caso de la perla, es algo que supera todo lo que el comerciante había visto en sus largos años: también, extasiado, se alegra de su buena suerte.
Así pasa con el Reino de los Cielos, con la presencia de Dios en nuestros corazones. A veces, encontramos a Dios de sorpresa, como encontraríamos un tesoro: una casualidad, dirían algunos, suerte, dirían otros... Nos topamos con Dios de frente, sin siquiera estarlo buscando. Entonces, su infinito amor nos conquista, nos enamora. Dijo al respecto el profeta Jeremías: "Me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir". (Jer. 20, 7).
Otras veces, como con la perla, buscamos por la vida aquello que nos pueda hacer felices, que nos dé un sentido pleno a nuestra existencia. Probamos con muchas opciones: dinero, lujos, placer, comilonas, la familia, los amigos, la pareja... Pero al final, descubrimos algo que no nos esperábamos, una opción plena y que es la única verdadera, la única que de verdad puede cambiar nuestras vidas y darles una razón de ser. Y ese es Dios. Porque en Dios todo asume su plenitud, todo se eleva.
Como ya sabemos, de una o de otra forma, Dios nos cambia la vida, nos seduce, dijo Jeremías, porque nos quiere amar, y quiere que nosotros le amemos, y que demos lo mejor de nosotros. Pero, tanto con el tesoro como con la perla, hace falta "vender cuanto tenemos" antes de obtener la ganancia. No tuvieron el tesoro ni la perla de inmediato, sino solo después de despojarse de sus pertenencias, de reunir el precio del artículo deseado.
Con Dios es así. Hemos de aprender a entregarnos totalmente a Él, a tener en Él plena confianza. Todas las cosas de la vida te pueden fallar, pero Dios no te fallará jamás. Solo quiere que le ames, que confíes en Él. Para obtener esa perla, ese campo, ése es el precio: amor, confianza, fe... Seguridad en Él. Como se confía en la persona amada, ya que Él es el Amor. No significa renunciar a nuestra vida: significa darle significado pleno en Él, porque solo en Él las cosas tienen auténtico sentido.
Amar a Dios plenamente es todo un proceso, que todos podemos llevar a cabo. Lleva su tiempo, como toda relación, pero al final de todo, veremos atrár y nos daremos cuenta que todo valió la pena. Que si hay algo que vale es abandonarse en el amor de Dios. Y eso se llama "santidad", a lo que estamos llamados tú y yo, y lo que podemos lograr con perseverancia y la gracia del Señor.

Peces en la red

Mas a pesar de todo, Dios nos da libertad, y nos permite decidir si lo aceptamos o no. Nos ama demasiado como para obligarnos a amarlo, y respeta nuestras decisiones, pero siempre nos busca enamorar. él es el Amado fiel, que busca conquistar a un pueblo rebelde, pero cuando el pueblo cae, siempre está allí para tomarlo de la mano y levantarle.
El punto crucial es ese, precisamente: ¿ante Dios, qué decisión vamos a tomar? Podemos encontrar el tesoro, o la perla, ¿pero si no decidimos vender lo que tenemos? ¿Pasaremos el resto de nuestra vida lamentando el haber perdido esa oportunidad, acaso? Pero ese bien, esa ganancia, ese Dios-Amor misericordioso nos llama, nos busca, nos aguarda. Un Dios fiel aún con el que le es infiel. Un Dios-Amor que no puede negarse a sí mismo.
Al final de nuestra vida, nuestra decisión es la que nos definirá la eternidad. Todos hemos caido en las redes de Dios, esas trampas de amor que nos pone. Pero algunos no le aceptaron. Dios no les obliga a amarle, y así, lo que rechazan no lo obtienen. Otros aceptaron al Señor, y el Señor les admite en su Amor.
¿Qué decisión tomaremos? Pensemos esto: Dios es el compendio perfecto de todo lo bueno y hermoso que hay en esta vida. Él es amor, alegría, paz, tolerancia, respeto, amistad, solidaridad, lealtad... Todo lo malo, es la ausencia de lo bueno, como el odio es la ausencia de amor, la tristeza la ausencia de alegría y así seguiremos... Si nos dan a elegir entre el amor y el odio, ¿qué elegiremos? Si elegimos el amor, quedamos con manos llenas, si elegimos el odio, el vacío nos consume. Así pasa con nuestras vidas, al final, cuando lleguemos ante Él. Seremos juzgados por nuestras propias decisiones, por lo que hayamos elegido. La plenitud de Dios, el Amor eterno, o una eternidad sin nada.
Imagínalo así: que la mujer o el hombre de tu vida se fija en ti, y tras una larga relación de pareja, te pide que se casen. Sabes que amas a tu pareja como no amarás nunca a nadie más. Si aceptas el matrimonio, pasarás con él o ella momentos felices y plenos. Pero si rechazas, por temor, por comodidad... Te quedarás toda la vida pensando en esa persona, y en la pareja que pudo haber sido.
Depende de cada uno de nosotros. Que el Señor nos ayude a perseverar en el amor que él nos ha mostrado. Y no lo olvidemos: a pesar de errar, a pesar de equivocarnos, Él sigue ahí. ¿Cuántas veces nos va a proponer matrimonio? Cuantas veces Él pueda aprovechar, porque no lo olvides, Él cree en ti.

A modo de conclusión
"Cuando un maestro en religión ha sido instruido sobre el Reino de los Cielos, se parece a un padre de familia que siempre saca de lo que tiene guardado cosas nuevas y cosas viejas". Así con nuestra vida. Una vez que encontramos a Dios, Él cambia, necesariamente, nuestras maneras de ver las cosas. Con Él podremos verdaderamente "sacarle el jugo" a la vida, darle nuevos significados a todo, entenderlo todo mejor y disfrutarlo todo, desde un nuevo punto de vista. Desde el punto de vista del Amor que Él nos ha mostrado. Luz para entender las lecciones de nuestro pasado, afrontar los desafíos del presente, y así, contruir un futuro mejor.
El Señor nos bendiga a todos.

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