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15 de agosto de 2011

El Evangelio de Hoy -- María, Arca de la Nueva Alianza

En el día de hoy, celebramos el Día de las Madres, pero también celebramos a nuestra Madre del Cielo, María. Hoy recordamos como, según la Tradición, luego de morir fue glorificada, y se le adelantó la resurrección final, así que está en el Cielo en cuerpo y alma, como un día lo estaremos nosotros al final de los tiempos. Es la fiesta de la Asunción.
Hoy cambiaremos nuestra dinámica de los comentarios al Evangelio, pues trataremos de tres lecturas: el texto evangélico de la víspera(el que se leyó en la tarde de ayer) y el de la fiesta(es decir, el de hoy), y la primera lectura de hoy.

Evangelio de la víspera: Por qué María es bendita
"En aquellos días, Jesús estaba hablando y una mujer levantó la voz de entre la multitud y le dijo: "¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!". Jesús replicó: "¡Más bien, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la observan!". Lc. 11, 27s

Primera lectura de la fiesta: Una señal en el cielo
"Se abrió el Santuario de Dios en el Cielo y se pudo ver el Arca de la Alianza de Dios dentro del Santuario.
"Entonces apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida con el sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está embarazada y gime de dolor, pues le ha llegado la hora de dar a luz.
"Apareció también otra señal: un enorme dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos, y en las cabezas siete coronas; con su cola barrió la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra.
"El dragón se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz para devorar a su hijo en cuanto naciera. Y la mujer dio a luz a un hijo varón, que ha de gobernar a todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado y llevado ante Dios y su trono, mientras la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar que Dios le ha preparado.
"Entonces oí una fuerte voz en el cielo que decía: "Por fin ha llegado la salvación, el poder y el reinado de  nuestro Dios, y la soberanía de su Mesías"." Ap. 11, 19a; 12, 1-6a. 10a

Evangelio de la fiesta: María, Madre del Señor
"En aquellos tiempos María se levantó y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, su hijo saltó de alegría en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en voz alta: "¡Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que me venga a visitar la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por que has creído que se cumplirían las promesas del Señor!"
"María dijo entonces:
Proclama mi alma la grandeza del Señor
y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador,
porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora
todas las generaciones me llamarán dichosa.
El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí:
¡Santo es su Nonbre!
Muestra su misericordia siglo tras siglo
a todos aquellos que viven en su presencia.
Dio un golpe con todo su poder:
deshizo a los soberbios y a sus planes.
Derribó a los poderosos de sus tronos
y exaltó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Acudió en ayuda de Israel, su siervo,
se acordó de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a sus descendientes para siempre."
"María se quedó unos tres meses con Isabel, y después volvió a su casa." Lc. 1, 39-56.

¿Quién es María?
Podemos de inmediato pensar en que es la Virgen, la Madre de Jesús, la Madre de Dios, la mujer más bendita en toda la historia de la humanidad. Pero allí contemplamos sus méritos, no la persona. No vemos por qué logró ser eso.
María de Nazaret casi era una muchacha como cualquier otra. Tenía quince años, hija única, ayudaba en su casa a sus ancianos padres, estaba prometida para casarse con un carpintero llamado José. Era, eso sí, bastante afortunada en su época: sabía leer y escribir, y mantenía viva la fe de su pueblo, meditando las Escrituras con devoción, esperando la llegada del Mesías.
He dicho que ella casi era como cualquier otra muchacha. Pero María, por su fe, había sido elegida por Dios. Él quería que ella fuese su Madre cuando Él se hiciera hombre. Así que la preparó desde que fue concebida, y la libró del pecado original. Así, María es conocida como la Inmaculada Concepción, para que no transmitiera el pecado original al Hijo de Dios.
Pero más aún, la fe y el amor que María sentía por su Dios, hizo ella tomara una decisión radical en su vida. Ella decidió nunca apartarse de Dios. Nunca pecar. Y lo logró. María es, además de Jesús, la única persona que nunca ha pecado en el mundo.
Y a pesar de todo eso, ella nunca fue orgullosa, nunca miró a los demás hacia abajo. Se hizo la "esclava del Señor" (Lc. 1, 38), y se dedicó a servir a los demás. Ella, la Madre de Dios, se hizo su servidora, y por obediencia, es también la Madre de toda la Humanidad, la Madre de la Iglesia. Todo lo que ella era, sabía que era gracias a Dios, y así, a Él le da todo el crédito, como leemos en el evangelio de la fiesta, en su canto, el Magnificat, donde desglosa todo el maravilloso plan salvífico de Dios.
Ella es dichosa no por haber dado a luz a Jesús, sino más aún, porque ella decidió seguir radicalmente al Señor, escuchando su Palabra, viviéndola. María es la primera cristiana, y el ejemplo de todos los demás.
Es también el Arca de la Nueva Alianza. El Arca del Antiguo Testamento era reconocida como la sede del poder de Dios. Llevaba dentro la vara de Aarón, que floreció cuando fue definido como el auténtico sumo sacerdote de Israel; una jarra llena de maná, el pan que cayó del cielo para alimentar a los israelitas del desierto; y las Tablas de la Ley, la palabara misma de Dios grabada en piedra.
Pero ahora, en la Nueva Alianza, María es el Arca, y así la ve san Juan en el Apocalipsis. Ella no es la sede del poder de Dios: Dios estaba dentro de ella, durante nueve largos meses. Dentro de ella se gestó Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, el Pan de Vida, que se entrega por nosotros en la Eucaristía; la Palabra que existía desde el inicio(Jn.1,1).
María es el Arca porque lleva a Dios en su interior, y es también el primer Sagrario, que lleva dentro de sí a Dios hecho hombre. Pero ella no se lo queda, lo da a los demás. Pare al Señor, lo alimenta con sus senos, le enseña a hablar, y finalmente, lo deja ir. No lo retiene para sí, lo comparte para la humanidad. No se lo deja aún para preservarlo de la muerte, sino que se mantiene fiel junto a la Cruz.

María, anticipo de nuestra resurrección
Es por ello que María es, al final de su vida, engalanada por Dios con otro don excepcional. Tras su muerte, resucita, pero no como Lázaro o la hija de Jairo, que luego volverán a morir. Ella resucita como lo haremos nosotros al final de los días, y llega al Cielo en cuerpo y alma, un cuerpo glorificado, junto a su Hijo, y desde allí intercede por nosotros.
María, la mujer humilde, es efectivamente enaltecida. El Demonio, orgulloso, es vencido: una mujer se niega a caer en sus engaños y así sana la culpa de Eva, y se convierte en la Nueva Eva. Ella es la que dará luz a Cristo, nuestro Nuevo Adán, por quien entra la vida al mundo, aquel que venció al Demonio y a la Muerte.
Aquel que mira a María, verá que ella señala hacia Cristo. Toda su gloria es para Él, y ella, nuestra Madre, nos enseña a ser esclavos del Señor, a confiar en Él, a amarle sin reparos, a dejarse abandonar en su amor.
Ella es la figura de nuestra esperanza. Viéndola a ella, podemos confiar en que, siguiendo a Jesús, perseverando en su Camino, llegando a la santidad, un día compartiremos con el Señor, resucitados, en cuerpo y alma, la eternidad.
Santa María, ruega por nosotros.

El Señor nos bendiga a todos.

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